Monday, March 24, 2008



Puedo recordar el preciso momento en que escribí esto. Fue en una pequeña aldea llamada Xaibé, en Corozal, Belice, donde por entonces Ken y yo nos dedicábamos a no dejar morir la tienda de abarrotes de su padre. Era un sitio bello, pero siempre sentí mucho miedo en aquel pueblito perdido en medio del campo, donde la mayoría de la gente hablaba en un idioma tan ajeno para mí como el maya, y donde todos me miraban con recelo y me decían "la gringa", cosa que por demás, me super ofendía.

Esta foto no es de Xaibé, sino de Corozal -de Xaibé no encontré ninguna en google!.

Roshan Billimoria, a quien está dedicado este poema, fue una de las personas más importantes para mí durante mi paso por Belice.





A Roshan.

La verdad no estaba
en los siete años de desgracias
que pronosticó el espejo roto,
ni en el gato negro cruzando el camino
a primera hora de la mañana.
La verdad era más
que un montón de cartas leídas
cualquier día sin memorias,
con vaticinios de alegrías y amores sin fin.
No era ningún oráculo predecible,
ni las flores marchitas
en todos los otoños grises
del árbol cansado del patio.
La verdad no cabía
en la orfandad de los rostros sin expresión
de los maniquíes andantes.
Tampoco fue cierta la soledad hereje
insalvable
que condena al desamparo eterno.
La verdad solo era
la hoja de la ceiba flotando
descuidada
en las olas de un mar lejano.